Lo que la nueva normalidad espera de nosotros

Los últimos días han sido quizá los más inusuales que alguna vez hemos vivido: hemos visto cómo son vulnerables nuestras economías globalizadas, cómo es importante ahora en día la tecnología: para trabajar desde casa, para informarnos o para no sentirnos excluidos de la sociedad en medio de un encierro obligatorio. Algunos habremos descubierto que es posible formarse y estudiar desde casa y no solo en las aulas de las universidades y las escuelas. Muchos estuvimos con nuestra familia en casa por más tiempo del que alguna vez lo hicimos. Otros probablemente habrán aprendido habilidades nuevas, leído un algunos buenos libros o adicionado un par de series de streaming a la larga lista que ya tenían.

Pero también hay quienes lo pasaron mal: confinados en cuartos de hospital esperando su pronta recuperación de la enfermedad o quienes habrán muerto en la soledad a pesar de estar rodeados de doctores detrás de trajes protectores que parecían espaciales. Otros pasaron días interminables varados en países extranjeros y con poca esperanza de un retorno seguro a sus países de origen. Y habrá quienes no tuvieron más remedio que cerrar sus negocios por la falta de liquidez ante la falta de ventas. Otros habrán perdido sus empleos y estarán muy poco esperanzados a encontrar uno nuevo ante la ya inminente recesión económica. 

Son en buena parte los aspectos negativos de la pandemia los que más nos impactaron psicológicamente, porque nos sentíamos tan seguros con nuestras vidas normales que casi olvidamos que por los pequeños detalles se mantienen las cosas grandes.

Es innegable que estos días nos han marcado y ahora que estamos intentando volver a la normalidad (a la nueva normalidad) vamos a encontrarnos con un mundo nuevo: por nuestra nueva forma de ver la vida, por las nuevas tendencias de consumo (algunas con más cabeza y menos emoción), además de las nuevas restricciones de trato con las personas, nuevos protocolos de seguridad y sanidad, y esto para evitar el contagio que aún resulta posible. Vamos a encontrar una sociedad que requiere que seamos muy conscientes de lo que hemos vivido y que tenemos que cambiar muchos de nuestros malos hábitos adquiridos o descuido de las buenas prácticas ya establecidas.

Debemos dejar de subestimar nuestras amenazas aunque estas sean tan diminutas como el tamaño de un virus. Además hacer conciencia que si somos responsables en el cumplimiento de las buenas prácticas como los hábitos de higiene personal, las normas de seguridad industrial y laboral y el cumplimiento de las leyes civiles aunque la autoridad no se encuentre presente, haremos de este mundo un lugar más seguro para nuestros seres queridos y quienes nos rodean en general. Y lo que antes parecería exagerado: contribuiremos a mantener arriba la economía global.


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